Figura y Sombra de un Caballero

Versión libre del Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. Ilustración y texto de Eva Bertaina

2.11.09

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REFLEXIONES DE LA AUTORA

Cuando Susana Rivero, directora de teatro y dramaturga, me invitó a integrar una red para llevar a escena DON QUIJOTE DE LA MANCHA, acepté inmediatamente. Luego tomé conciencia del desafío ante semejante novela, cosa de grandísimo loco, me dije. ¿Será que lo quijotesco, pegado al inconsciente, pulsó, tal como lo hizo generación tras generación y no habiendo agotado el tema, las versiones se repiten? Para mi fue la oportunidad de pasar del objeto pintura a la virtualidad, ya que el producto final, la sombra, fue preciso capturarla con la cámara para poder colgarla en la red.  
Para quien les habla, el territorio de la Mancha es eso, una mancha de pintura y un pincel  trazando el horizonte. Por esa inmensa llanura van y vienen platicando Quijote y Sancho, ambos montados en Rocinante y Rucio, y un galgo por detrás.
No voy a ilustrar al Quijote como lo hicieron renombrados plásticos, tampoco, en el relato,  seré una esclava de Cervantes. Voy a mostrar a estos locos lindos, en una versión libre.  Que, por otro lado,  es lo que el autor está pidiendo todo el tiempo. RETRÁTEME QUIÉN QUISIERA, MÁS NO ME MALTRATEN. Fueron sus palabras al publicarse un Quijote ¿apócrifo? de un tal Avellaneda.
Por último ¿Quién tiene derecho a juzgar o decir que las creaciones del Quijote no eran su verdad? ¿Y si fue un delirio? fue un sano delirio que lo ayudó a sostener su vida.    
El personaje no quiso ser imitado, sólo, ser comprendido.  




                                                                            


EN UN LUGAR DE LA MANCHA DE CUYO NOMBRE NO QUIERO ACORDARME, vivían: un señor flaco,  pechicorto y patilargo, su sobrina, el ama y un mozo de campo. En la España de entonces, el hambre subía desde Andalucía y la peste bajaba desde Castilla pero,gracias a un pedazo de tierra, ellos tenían  qué poner en el caldero. Comían: DUELOS Y QUEBRANTOS los  sábados, LENTEJAS los viernes y algún PALOMINO de añadidura los domingos. Las sobras, iban a parar al SALPICÓN que debía durar el resto de la semana.





Los ratos de ocio de este buen señor, y que eran los más, los ocupaba en leer libros de caballería. Tomó a la lectura, con tanta afición y gusto que se olvidó de administrar su  propia hacienda. Y así,  del  mucho  leer  y  del  poco  dormir, se  le  secó  el  cerebro,  llenándosele  la fantasía  de  todo  cuanto  leía.   Al   punto que no había, para él, otra historia más cierta    que   la   escrita   en   aquellos   libros.
                                                                          Estas son las manos de Miguel                                                           



                                                                       






Rematado ya su juicio,  vino a dar en él un extraño pensamiento: hacerse caballero andante. Corrió a desempolvar las armas de su bisabuelo y, queriendo deshacer agravios y enderezar entuertos, tomó la lanza, montó a su caballo ROCINANTE  y se largó por los campos de Montiel.














Cabalgando inmerso en sus elucubraciones se encontró con una encrucijada. Allí se detuvo a pensar, tal  como lo hacían los antiguos caballeros. Guiándose por la esperanza de hallar a su amada, decidió seguir uno de los caminos, el que creyó, lo llevaría a su encuentro.
Y así, a poco de andar por la comarca manchega, llegó a los territorios de El Toboso donde hombres y mujeres trabajaban la tierra.
¡Quién sea esa buena señora, mostrádmela!
¿Dónde estás señora mía que no te duele mi mal? Gritaba a viva voz.
Un labrador, oyendo tamaño disparate, suspendió sus tareas y una moza, que recogía flores de azafrán, se asombró al oír la proclama y lo miró a los ojos.
¡Oh! Mi linda Dulcinea,  por su hermosura sobrehumana su condición ha de ser, por lo menos, de princesa.
Los labriegos rieron a carcajadas y la moza al sonreír agradecida, mostró su  boca desdentada.
Señora mía, si estáis encantada y vuelta en la más fea labradora que imaginar se puede,  sepa, que los encantadores me persiguen y me dañan en lo que más quiero y sepa Ud. que un caballero andante, sin su dama, es como un árbol sin hojas, un edificio sin cimientos, una sombra sin cuerpo.



  

Quijote sigue su camino. Ya cansado se recuesta bajo un árbol. Estaba apunto de dormirse cuando aparece Sancho: Aquí trayo una cebolla y un poco de queso y no se cuantos mendrugos de pan. Sé que no son manjares para tan valiente caballero, pero es lo que hay, dijo Sancho Panza. En adelante su escudero, hilvanador de refranes, dispuesto siempre a engordar su apellido y a visitar, muy a menudo, la bota de vino, que se enfriaba colgada a un alcornoque, y así, de trago en trago iba calentando la noche.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

 Parten de madrugada y llegan a una Venta, o Casa del Placer para los españoles.  Quijote, en su locura, cree ver un castillo. Desmonta, se cuelga a una ventana, mira y ve  mujeres que lo llaman. El ventero los hace pasar. Una de ellas, la morocha, se abraza a Sancho echando a rodar su honestidad. La otra, ligera de ropas, se aproxima a Don Quijote.  Este se ve acosado por una enorme boca.                                                                      




                                                  








     
Cuando pudo liberarse de aquel beso, exclama: Lástima os tengo, fermosa señora, que hayas puesto vuestras amorosas mientes donde no es posible corresponderos. Perdonadme y hacedme el favor  de recogeos a vuestro aposento.
El amor, según yo he oido decir, mira con unos antojos que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza riqueza, y a las lagañas perlas. Y advertid que el amor y la guerra son la misma cosa. En la guerra es lícito usar ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas para conseguir el fin que se desea.







Sancho amigo, o yo sé poco de castillos o éste está encantado. Has de jurar, que lo visto y oído aquí, lo tendrás en secreto hasta después de mi muerte.


















   

Vuelven al camino, a poco de andar ven una polvareda. Quijote se vuelve loco de alegría. Allá vienen, allá... señala con su índice.             
 ¿Dónde Señor? yo no veo lo que usted dice que ve. Quizá sea encantamiento como las fantasmas de anoche...
 Sancho, el miedo turba los sentidos y hace que las cosas no parezcan lo que son.
 No le dije, señor Don Quijote, que los que se iban a acometer no eran dos ejércitos, sino una manada de carneros o de terneros. 
                                              







Y siguen platicando:
El sabio a cuyo cargo está escribir la historia de mis hazañas, le ha parecido bien que yo, tome algún nombre apelativo como tomaban los caballeros del pasado, por eso también me llama Caballero de la Triste Figura, finalmente, mi historia, será tan leída y trillada al punto que apenas vean un rocín flaco dirán: “allá va Rocinante”





Cuando desde un barranco comenzaron a llover piedras, Quijote sintió que le amenazaban mil ballestas y no menos cantidad de arcabuces. El no se daba manos en cubrirse y el pobre Rocinante no hacía caso de la espuela como si fuera hecho de bronce.
Enderécese ese bacín que trae en la cabeza, gritó Sancho y dijo: Señor, “que el retirar no es huir ni el esperar es cordura” “Es sabio, guardarse hoy para mañana y no aventurarse, todo, en un solo día” Sancho, ¿Traes bien guardado el yelmo que alzaste del suelo? Aquel desgraciado lo quiso hacer pedazo.... Ah! si no fuera por este baciyelmo, no hubiera pasado bien, con tantas piedras, coces, palos, cuchilladas y efusión de sangre.











En una de esas idas y venidas Quijote llega Barcelona. Al pasear por el puerto uno de los marineros le cuelgan un cartel en la espalda que dice: “Acá va el loco” causando la risa de todos. El, no se da cuenta de la travesura, sigue el recorrido por el puerto y también por la ciudad.
                                                                                                     
    


En su locura mansa se encuentra con todo tipo de personajes: el cura, el barbero, el campesino, el criminal. De pronto se ve encerrado por loco en una jaula. Los que siguen al carromato tirado por bueyes van enmascarados ¿Para mirar y no ser vistos? Son los delatores, los que acusan, los miedosos,  los mismos: de ayer y de hoy.
No lloréis mis buenas señoras que todas estas desdichas son anexas a los que profesan como yo. La virtud, es más perseguida por los malos, que amada por los buenos.
En lo que toca a la valentía dice Sancho: hay diferentes opiniones: unos dicen “loco pero gracioso” otros “valiente pero desgraciado” la cosa es, que ni a vuestra merced ni a mi, nos dejan los huesos sanos.

















Ya libre vuelve a sus andadas. Llegan al Ebro, y al verle fue de gran gusto a Don Quijote. Miró en él la amenidad de sus riberas, la claridad de sus aguas cuya alegre vista renovó en su memoria mil amorosos pensamientos. Ambos descansan en la orilla recostados al pie de un olmo o de una haya. Don Quijote sueña que su amada es una princesa.




A la mañana ven los  molinos destinados a la molienda, Quijote los confunde con gigantes. A los gritos empieza a amenazar a los molineros: Dejad en libertad y en su libre albedrío a la persona que en vuestra fortaleza tenéis oprimida  y con igual furia los arremete. Los molineros  lo atajan con sus palos, Sancho se interpone y ambos son arrojados al río. El Quijote, que nada como un ganso, es llevado al fondo varias veces por el peso de sus armas. Los molineros, viendo la escena sienten piedad, se tiran al agua y  los rescatan.
Yo soy más mentecato que él, comenta Sancho “dime con quién andas y decirte he, quién eres” y también diré que la vida transcurre “No con quién naces, sino, con quién pases”









Siguen por la orilla. Pasa un barco y otro.
Sabrás Sancho, que los españoles que se embarcaban en Cádiz, rumbo a las Indias orientales, sabían que estaban pasando la línea equinoccial, cuando se le morían todos los piojos. Y sabrás que en este momento me están llamando de ese barco y no dejaré de embarcarme, así me lo pidan frailes descalzos y he de desbaratarlos en un instante así viniesen armados de unas conchas de un cierto pescado que dicen son más duras que si fuesen de diamante.A mi me parece que este barco no es de los encantados sino, de algún pescador del río.


           







Estando en estas pláticas los sorprende un bufón con cascabeles en los pies. En la mano lleva un palo con tres vejigas infladas atadas en la punta. Dando saltos y golpes en el suelo espanta a Rocinante que, parándose en dos patas, tira a Quijote por los aires.  El Rucio  se asusta, Sancho pierde el equilibrio dejando al descubierto sus partes pudendas.

Dejemos estas fantasmas y vayamos a buscar aventuras más calificadas, ruega Sancho mientras sus lágrimas se derraman sobre el Quijote caído.
Señor, es cierto, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado se vuelven bestias.
No reblandezcas. Cierto es que tenemos nuestro merecido, con facilidad se acomete una empresa pero con dificultad se sale de ella.Querría, se dice para sí el Quijote, que la fortuna me ofreciese la ocasión de ponerle el pecho a este pobre Sancho Panza, que es el mejor hombre del mundo y también querría darle un condado, aunque temo que no ha de tener habilidad para gobernarlo.  






Llega la noche, era una noche estrellada. A lo lejos se oyen flautas, tamborinos, salterios, panderos y sonajas.
Posiblemente estén celebrando una boda en esa aldea.  Donde hay música no puede haber cosa mala, siempre es indicio de regocijo y de fiesta, dijo Quijote. Como era costumbre de caballeros andantes dormir por los campos y florestas , ellos  acamparon a la vera del camino y antes de entregarle los ojos al sueño , platicaron largamente al lado del fogón.





                                 


Con los primeros rayos Quijote estira su larga figura frente al luciente febo que asoma.
Oh!  Duerme buen hombre. Que no te desvelen las deudas, ni te preocupe lo que has de hacer para comer mañana, que la ambición no te inquiete ni la pompa del mundo te fatigue, que los límites de tus deseos no se extiendan y recuerda que la zanja del mundo es el dinero.Sancho despierta ante tanta exclamación, medio dormido le pone la silla a Rocinante y la albarda al Rucio, suben los dos y paso a paso van entrando a la enramada. 







    
El viento silva, se mueven las ramas y las hojas. Quijote escucha una voz: Soy el diablo y traigo una tropa de encantadores. Los demonios como yo, queden contigo y los ángeles, con el titiritero.   
Diablo que no duerme es amigo de sembrar discordia.
Y diciendo y haciendo Quijote desenvainó la espada y dando cuchilladas a diestra y siniestra derribó el retablo de Maese Pedro en menos de dos credos.
Deténgase, señor Don Quijote, que esto que derriba no son moros sino, unas figurillas de pasta. Caballero de la Triste Figura tenía que ser, el que habría de desfigurar las mías.
A mi me pareció que todo lo aquí sucedido, pasaba al pie de la letra dice Quijote  agarrándose la cabeza.Viéndolo tan afligido el mono de Maese Pedro le susurra al oido "algunas cosas son verdad y otras son mentiras" 
¿Media verdad,verdad a medias, querrás decir?





















Llegan a una aldea. En un baldío cercano a la iglesia ven una calesita, se acercan a ella. Sancho dice: Bueno es este caballo, no come ni duerme, ni gasta herradura.
Clavileño el alígero se llama. Una clavija en el cuello permite dirigirlo, está hecho de madera y corre como si tuviera alas, un día le lleva a Francia, otro al Potosí.
Suban, suban a la máquina, dice el calesitero. Sancho monta en ancas.
Pasaron la zona de las nieves y el granizo, luego la de los truenos y relámpagos y
¿Ahora, estamos en la del fuego? pregunta Sancho al sentir calor en su asentadera. Al rato caen al suelo envuelto en llamas.
En realidad, lo sucedido aquella tarde, fue que unos pilluelos arrimaron fuego a la cola del caballo y éste, que estaba lleno de pólvora, estalló. ¿Se imaginan como salieron expulsados por los aires? El público presente, azotándolos con ramas, logra apagar aquel incendio. Una vez más ellos terminan, apaleados y  todos chamuscados.




Antes de morir Quijote, mejor dicho don Alonso Quijano o Quesada o Quijada, da sensatos consejos a Sancho, o sea, a Sansón Carrasco, luego llama al notario y con total lucidez redacta el testamento. Y dice: por mis valerosas hazañas he merecido andar ya en estampas en casi todas las naciones del mundo. Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares,más.  
Este hombre no ha muerto, dice la autora. En realidad los hombres de ficción no mueren, por eso en esta versión, lo imagino sobrevolando Barcelona, mientras, en la campiña manchega, siguen disputándose el cuerpo, la muerte con guadaña y un ave de rapiña.








 CONTRATAPA Inicialmente este recorrido fue hecho para Teatro de Sombras bajo la dirección y dramaturgia de Susana Rivero. La obra fue estrenada en el 2008 en Escuela Española de Mildedlebury (EE.UU) detrás de la cual estuvo una amplia red. Para esa oportunidad ella escribió: “Dos amigos entrañables, cabalgando en Rocinante y el Rucio, emprenden la aventura interminable con sus días y sus noches, sus castillos y sus mares, metiéndose en líos creyendo solucionar entuertos y de los salen siempre apaleados. Cervantes nos regala la historia de un hombre que sin haber ganado jamás una batalla, logró convertirse en héroe. Quijote, un luchador al que no le interesaban los resultados sino la búsqueda; al que no le importó la llegada, sino el camino, tampoco la audiencia, sino la palabra. Fue enfrentando la realidad con el propósito de mejorarla. En este proyecto de autocreación, el Quijote toma a la literatura como un modelo de vida. No hay una única forma de encarar la realidad y eso, creo, es lo que nos deja el personaje, quién envuelto en una gran utopía imagina la realidad a su gusto. Cada cual tiene su Rocinante y sus propias armas, y esas son las virtudes dadas para que nosotros entreguemos lo mejor en la realidad que nos toque. Quizá, hoy en día, haya un Quijote en cada esquina, un hombre que quiera únicamente hacer el bien, sin importarle que lo tomen por loco. Quizá aprendamos del Quijote a arriesgarnos por cambiar esa porción de realidad que los encantadores nos muestran adulterada. ¿Historia o ficción? ¿Cuál es el registro más veraz?  El Quijote cree lo que lee ¿Verdad? ¿Mentira? ¿Ficción? La ficción queridos espectadores, no es verdad ni mentira, es solamente otro orden de la realidad. ¡Pasen y vean!      
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